jueves, diciembre 28, 2006

Bajando por el Oeste

Una estructura es el marco para improvisar, para modificar; las opciones sino son tantas que te abruman y te paralizan. El itinerario de nuestro viaje es el marco elegido para crearlo y así es como va mutando y sorprendiéndonos en lugares no pensados. En la intuición se despierta el verdadero viaje. Lleva un tiempo salir de los esquemas que uno se impone, pero la India tiene ese poder, te vuelve flexible y espontáneo. Desde el instante en que llegamos cambió nuestros planes y nos llevó hasta Kashmir, que ni siquiera era un punto en nuestro mapa. Después de casi tres meses de andar, nos damos cuenta de la importancia de dejarse llevar; de viajar, pero al mismo tiempo dejar que la India nos viaje.
Así, entre muchos otros cambios, nuestro descenso que iba a ser por la costa Este resultó siendo por la costa Oeste. Desde Udaipur tomamos un bus hacia Bombay, donde paramos por el día para seguir viaje a Goa durante la noche. Si bien la gran Bollywood despliega como primer impacto la villa-miseria más grandes del mundo, nos causó una impresión mucho más placentera que Delhi ( será que ya estamos curtidos ?) con edificios ingleses bordeando las grandes arterias, una costa prolija que zigzagea una Mumbai imponente y cientos de cines mostrando el glamour de la India. De todos modos, un día fue suficiente para el calor, la humedad y el caos de semejante ciudad.
En el estado de Goa, el más turístico y occidentalizado, elegimos descansar en Palolem, la playa más alejada de las "fiestas" por las que Goa es conocida. Durante 4 días habitamos una choza de bambú rodeada de cocoteros, en la orilla del mar arábigo. La playa era pequeña, de arena dorada, llena de palmeras y con algunos restaurantes que a la noche acercaban sus mesas al mar para deleitarte con pescados grillados a la luz de las velas.
Nos enteramos de que nuestros amigos irlandeses estaban en Gokarna, la playa siguiente pero en el estado de Karnataka, y programamos pasar allí un par de días juntos antes de que siguieran su viaje a Tailandia. Fue muy bueno verlos de nuevo y saber que nos vamos a volver a cruzar en alguna otra orilla del mundo. ¡Es como ser testigos mútuos de nuestras aventuras! Gokarna es un poblado sagrado con templos y peregrinos de todo el país. En la playa del pueblo se ven a las mujeres con saris, completamente cubiertas, y a los hombres con longuis, una especie de pareo que puede usarse largo o corto. En el sur es muy común ver a los hombres usar estas “polleritas” combinadas con camisas o con el torso al aire. Como en esa playa no se podía estar en bikini, caminábamos 20 minutos atravesando una colina hasta Kudle Beach, similar a Palolem pero con muy poca gente y solo un par de restaurantes. Se podía seguir caminando y llegar así hasta otras 3 playas a 20 minutos una de otra: Om Beach, Half Moon y Paradise. Después de varios días de playa, disfrutando de la temperatura ideal del mar arábigo, con la piel de un dorado irresistible, el cuerpo relajado por los masajes de Ayurveda y las cenas bajo la luna tomamos un bus nocturno bien movidito hasta Hampi para volver a la adrenalina del viaje.
Hampi es un lugar de lo más especial. El paisaje es casi una escenografía montada artísticamente: grandes rocas que forman montañas peculiares o están dispersas sobre campos de arroz, entre palmeras y plantaciones de banana. Parecen arrojadas por el cielo en un ataque de inspiración. Su belleza es desconcertante, no radica en la armonía de sus líneas sino en la asimetría de su caos. La magia nace en el contraste entre la sutileza artesanal de lo agrario y la brutalidad tosca de la roca. La energía del lugar te invita a la contemplación permanente y sobre alguna piedra uno encuentra cada día su atardecer. Teníamos una choza redonda con techo de paja y una hamaca al borde del río. Paseábamos en moto por los alrededores para llegar hasta un laguito y visitar los templos montados en la cima de las piedras. A la noche, el programa era cenar delicioso en Laughing Buddha tirados sobre almohadones viendo una película. En el bus a Hampi conocimos a María y Billy, unos españoles simpatiquísimos que viajaban con tres amigos franceses desde Gokarna: Nicolas, Jeremy y Lena. Tuvimos un rato largo de espera entre bus local y bus de línea para charlar y enterarnos que habían recorrido Argentina al principio de su año de viaje. Estaban encantados con Sudamérica y los nuestros. Como todos nos hospedábamos del otro lado del río, nos encontramos varias veces comprando pan o dando la vuelta al perro, y programamos un par de comidas y una tarde de sol en el lago. Gente divertida y cariñosa que abiertamente compartieron su onda de grupo con nosotros. Es reconfortante encontrarse con parejas de nuestra edad o aún mayores (¡hasta con 2 o 3 hijos acompañándolos!) que se animan a cortar con todo y lanzarse a la aventura de viajar por un largo tiempo. ¡Hay locos en todos lados!

lunes, diciembre 18, 2006

Fotos del desierto

Quién es el extraño?

Quiero ese turbante !!

Yeah! Safari en camellos!

Escenas del Thar

Y llegamos al desierto...

Musical hindú en las dunas!

Amatza y Jesus, nuestros amigos españoles

Atardecer en Udaipur

Desayunos contemplando el Lake Palace en Udaipur

Jodpur: la Ciudad Azul

lunes, diciembre 11, 2006

Rajasthan

Rajasthan es la tierra de los contrastes. La imagen pálida, uniforme, solitaria del desierto es el marco que resalta las pinceladas de vida más colorida de la India. La marca de los Maharajas, con fuertes monumentales y espléndidos palacios recuerdan la historia, mientras que las ciudades oasis, despliegan sus tradicionales joyas de plata y oro, sedas magníficas, piedras preciosas y pinturas en miniatura.
Cada ciudad tiene su color característico y la gente expresa los momentos de su vida, la religión y la casta con las tonalidades de sus vestimentas. Por ejemplo, el rosa es auspicioso para las mujeres casadas mientras las novias llevan vestidos rojos en sus casamientos y los novios turbantes color azafrán, que también es un color sagrado que se usa en la carga final de las batallas, cuando no se vuelve. El blanco es el color de la muerte, se usa para los cadáveres, mientras que para el luto se visten también de blanco, verde, azul apagado o caqui. El día final de luto los parientes masculinos llevan turbantes de rosa pálido. Los turbantes también tienen su propio lenguaje diferenciando casta, religión y ocasión. Los brahmanes usan rosa, marrón dátil y negro; aunque también son colores que diferencian a los musulmanes. La forma en que se usa el turbante indica la clase social y el origen. Las mujeres casadas además están marcadas por el bermellón de la raya del pelo, los anillos en los dedos de los pies y las pulseras de colores especiales de acuerdo a la cantidad de años de matrimonio.
Jaipur: La Ciudad Rosa Es la ciudad más organizada de las visitadas hasta ahora, tiene veredas, semáforos e inclusive algún Shopping. Igual hay basura, vacas y ruido, pero es bastante ordenada para lo que son las ciudades en India. La parte vieja amurallada, está completamente pintada de rosa. Este sector es hoy un gran mercado en el que cada manzana se especializa en un rubro determinado, ¡nosotros nos especializamos en el de los zapatos! Para conocer los Palacios y Fuertes que hay en Jaipur y sus alrededores, tomamos un tour organizado por la secretaria de turismo de Rajasthan que fue muy completo. Ahí conocimos a Pedro, un español de Alicante de unos 60 años. El hombre no hablaba inglés y venía con una angustia oral arrolladora. Bastó que lo saludáramos en castellano para que nos hablara por el resto del paseo como una radio.
Pushkar Rodea un pequeño lago sagrado formado por una flor de loto que dejó caer Brahma. Se puede caminar alrededor y descender hasta la orilla por cualquiera de sus ghats. Tiene un ambiente tranquilo de pueblo al borde del desierto y su gente, con turbantes y saris de colores intensos, aviva las calles: hombres de bigotes larguísimos y mujeres con grandes aros en la nariz cubriendo la mitad de sus rostros. Fue uno de los lugares donde sentimos más fuerte que los extraños éramos nosotros. Nos vemos en las fotos rodeados de personajes excéntricos y nos dimos cuenta de cómo viajando los parámetros cambian en un solo instante y el observador pasa a ser el observado. El mercado que también se despliega circundando el lago es de lo más variado y pintoresco. El pueblito es conocido por sus cientos de templos, algunos en las cimas de las montañas más cercanas, desde donde se aprecia Pushkar en su totalidad.
Jaisalmer: La Ciudad Dorada Nos hospedamos dentro del fuerte, uno de los pocos donde todavía habita gente, rodeados por construcciones de piedra arenisca que se mimetizan con el beige de la arena. El fuerte se eleva majestuoso sobre la ciudad. Desde sus murallas anchas hacia adentro diseña laberintos de callejones estrechos, casas bajas, palacios, templos y cañones que apuntan a la ciudad nueva. Hacia afuera la Ciudad Dorada, atrapada entre el fuerte y el desierto, se evapora en el aire brumoso del Thar. Los atardeceres derriten todo en naranjas y rosados antes de que el sol toque el horizonte. Nuestro hotelito se llamaba Himalayan Guest House. El manager era Patán, un hindú de tez oscura, con un par de dientes dorados y aritos en forma de flor (muy común en los hombres de Rajasthan), bastante pícaro y mentiroso por cierto, y con una pinta de dealer que se acentuaba cuando trataba de venderte algún tour. A nosotros nos convenció de emprender un safari en camello al día siguiente.
Safari en camello Salimos a las 7 de la mañana en jeep junto a Amatsa y Jesús, dos españoles que conocimos en el bus a Jaisalmer. Se nos unieron dos australianas y una chica de Bombay que viajaban juntas. Tomamos un estrecho camino que se adentraba en el desierto hasta donde estaban a la espera nuestros camellos; los camelleros guía, Raman y Mattar y un niño aprendiz llamado Amar. Los camellos son seres extraños, muy altos, con ojos grandes y rasgados y una boca que parece sonreír. Están llenos de moscas en la parte de la cabeza, pero son tan simpáticos con ese andar de lo más pachorro y esa forma de sentarse tan particular, que los insectos pasan a un segundo plano. La montura se coloca sobre la joroba y para montarlos, se arrodillan primero sobre las patas de adelante y luego flexionan las de atrás, pero a la inversa. Cuando ya estás arriba, hacen el mismo movimiento y te elevan en dos pasos. El desierto de Thar nos pareció singular, sin llegar a ser el mar de dunas que se pierde más allá del horizonte. Era más bien un paisaje Patagónico pero más arenoso, con arbustos pinchudos y cactus. Después de un largo día, llegamos a 60 km de Pakistán, a un lugar donde sí predominaban las dunas, la fantasía de todo viajero que viene al desierto. Jugamos un rato en la arena y cada uno buscó su rinconcito para ver el atardecer. El momento en el que el sol naranja se refleja en los distintos matices de la arena y el cielo inmenso disminuye gradualmente su intensidad, es mágico. Es el instante en que se proyecta un espejismo que uno tiene guardado desde la infancia y que al reconocerlo te llena de emoción, te envuelve en la fantasía de los cuentos que nos leían antes de dormir. En la fogata de la noche tuvimos el recital de los camelleros que les encantaba desentonar inspirados por el fuego. Luego cada uno con sus mantas se acomodó en la arena y se durmió con los ojos llenos de estrellas, cobijados por un cielo profundo y deslumbrante. Aunque una noche en la arena puede ser duro para el cuerpo, cada desvelo ante ese cielo arrollador acolchaba cualquier hueso dolorido. Para seguir en el cuento, nos despertamos viendo el amanecer. Desayunamos y emprendimos el regreso. Como el día anterior, paramos a almorzar a la sombra de un árbol y dormimos la siesta obligatoria del desierto, esperando el paso de la hora más calurosa. Finalmente, emprendimos el último tramo hasta donde nos esperaba el jeep. Ya a esta altura con un intenso dolor en la cara interna de las piernas.
Jodhpur: La Ciudad Azul Es conocida por el imponente Fuerte de Merhangarh, construido sobre la cima de una montaña del mismo color rojizo que sus paredes. Así se mimetiza monumental sobre la ciudad azul. El fuerte nos pareció el más bello y mejor conservado de India. Con la entrada nos proporcionaban una audio guía bien planeada, recitada de forma muy amena (¡por un locutor Argentino!) que nos entretuvo por más de tres horas sin darnos cuenta, sintiendo el latir de los Maharajas que desde allí gobernaron y su estilo de vida lleno de lujos y batallas. Aprendimos algunas cosas interesantes entre las murallas de Merhangarh: · El ritual del opio para los amigos e invitados: Al revés de la creencia popular, en las pipas de agua se fumaban tabacos saborizados y al opio se lo bebía en té. Esto fomentaba la camaradería y las buenas relaciones. · Los rituales del amor para las mujeres: Los Singar eran los pasos que debían seguir las mujeres para adornarse antes del encuentro con su Maharaja. Con dibujos de henna se adornaban las manos y los pies, usaban carbón negro para acentuarse los ojos y cera de abejas para enrojecerse los labios. Se pintaban la Tikka en la frente (marca hindú) con bermellón, se adornaban con joyas y piedras preciosas, pulseras en las muñecas y en los tobillos, collares y anillos para los dedos de los pies y aros en la nariz. Se vestían con las sedas más suaves y los algodones más finos bordados en oro. Usaban cadenas para las caderas y la cintura. Se peinaban con aceites perfumados, se adornaban el cabello con flores y finalmente, se perfumaban el aliento con clavo de olor. Recién entonces estaban listas para el amor.
Udaipur. La ciudad romántica El romanticismo de Udaipur se desprende de los dos bellos palacios flotando en medio del lago Pichola, de sus callecitas adoquinadas en desniveles y los cientos de restaurantes con iluminación tenue que rodean el lago. Tiene parques preciosos en los alrededores, palmeras y flores por doquier y, como el movimiento de la ciudad está más alejado, se convierte en un paraje de descanso combinando belleza y buena comida. En una de esas callejuelas y por esas coincidencias que se acentúan en este tipo de viajes, nos volvimos a cruzar con Amatza y Jesús, nuestros amigos españoles. En los días que compartimos hicimos algunas salidas. Una noche fuimos a ver Octupussy, una película de James Bond que transcurre en Udaipur y muestra escenas y lugares que veíamos desde ¡esa misma terraza-cine! Otra noche, bajo la insistente recomendación que nos había hecho Sub, la hindú del safari, fuimos a ver una cena show con comidas y danzas típicas de Rajasthan. Resultó un fiasco total: un mago que hablaba en hindi y solo sabía el truco de la paloma, unas bailarinas desanimadas y aburridas acompañadas por un enano indio que giraba como un trompo y unos equilibristas que lo único que hacían era caminar sobre la cuerda para atrás y para adelante. Para rematarla, la comida no tuvo nada de especial, lo raro fue que en mismo plato nos servían salado, dulce y picante en una mezcla impasable. Por suerte estábamos con los chicos y nos supimos tomar la noche con humor. Es imposible irse de Udaipur sin conocer a los “Soni”, dos hermanos dedicados a la pintura en miniatura y ¡a la bebida!. En la India el alcohol es todo un tema, la religión lo condena y por lo tanto, está mal visto. Algunos lugares ofrecen cerveza, pero nunca esta en el menú y tampoco aparece en la cuenta (se paga por debajo de la mesa). Cada tanto se ve una licorería donde ves a los borrachines comprar y llevarse las botellas escondidas debajo del saco. Volviendo a los Soni, estos hermanos tenían algún contacto para conseguir cerveza barata (en general la cerveza es más cara que una cena) y les encantaba invitar a los extranjeros a cenar y tomar cervezas hasta altas horas de la noche (1 AM que acá es tardísimo). Así tuvimos nuestro bautismo Soni, disfrutando de una velada divertida con ambas familias (viven todos juntos) donde nos prepararon un cordero delicioso, bebimos cerveza y nos contaron historias de sus andanzas mientras pintaban elefantitos y camellos.
Curiosidades:
1) A los camellos se les atan las patas de adelante entre sí para que se vayan a picotear algo, pero no puedan irse muy lejos.
2) Las mujeres en Udaipur se bañan en el río con los pechos al viento (!?). ¡Tanto cuidado con no mostrar los hombros y las rodillas y acá muestran las tetas !

miércoles, diciembre 06, 2006

Fotos de Kajuraho a Agra

Encantador de serpientes

Templos del Kamasutra

Saddu hindú

Desde el fuerte de Orchha

Ritmo entre cúpulas

El majestuoso Taj Mahal y sus bellos turistas !!!