martes, marzo 27, 2007

Recapitulando: Laos

Desde Hanoi tomamos un bus eterno hasta Vientiane, la capital de Laos. Viajamos toda la noche apretados como sardinas, con gente durmiendo en el pasillo, bolsas de arroz y harina por todos lados, sin lugar para las piernas y los clásicos desperfectos técnicos que nos dejan varados en rutas desiertas por horas. A la mañana nos despertaron para cruzar la frontera. Nos encontramos con una horda de gente empujándose contra unas ventanillas, sosteniendo una mano en alto con billetes y gritando efusivos mientras se apretujaban unos a otros. Detrás de un mostrador, 3 oficiales observaban la escena tranquilamente. Cada tanto recibían algunos pasaportes y se tomaban su tiempo para sellarlos. No los devolvían si no había una propina por la “molestia” ocasionada. Así fue como tardamos dos horas en conseguir un sellito de Vietnam.
En Laos el trámite era del estilo “sírvase usted mismo”: había que ir de mostrador en mostrador averiguando qué catzo hacer y agarrando formularios que luego entregábamos en otras ventanillas. Por fin, volvimos a tomar el bus que no se detuvo para almorzar hasta las 2 de la tarde (¡ni la cena ni el desayuno habían sido contemplados!). El comedor era más o menos como la frontera: agarrabas un plato, entrabas a la cocina y te servías lo que podías entre cientos de manos que luchaban por un poco de arroz (acá es donde se nota la ventaja de tener brazos largos). Después, buscabas un lugar para sentarte y a la salida si encontrabas a alguien, le decías lo que habías comidos y pagabas. Nosotros no encontramos a nadie… Finalmente, a la tardecita llegamos a Vientiane, luego de 23 horas de viaje, que para completarla, estaba desbordada de turistas. Nos costó unas 2 horas de caminata con mochilas al hombro encontrar un lugar donde dormir. Al día siguiente, descubrimos una capital con ambiente de pueblo, sin edificios, con bastantes cafecitos y hoteles y una costanera que se llena de puestitos de comida improvisados al borde del Mekong ¡aunque extremadamente calurosa!
Nuestro próximo destino fue Vang Vieng. A penas bajamos del micro, nos reencontramos con los Grassi que estaban paseando en bici. Quedamos en cenar juntos esa noche y nos fuimos a buscar un hospedaje cerca del río. Encontramos unas cabañas hermosas a la vera del Nam Xong, con aire acondicionado, un regio balcón y una vista espectacular. En la cena nos pusimos al día con las historias de las últimas tres semanas, los franceses nos contaron sobre Laos y nosotros sobre Vietnam. La pasamos muy bien juntos, como reencontrarnos con viejos amigos. Al otro día, fuimos a hacer tubing con ellos, que no es más que tirarse en gomón por el río y dejarse llevar por la corriente. En el camino vas encontrando bares con almohadones y hamacas que te ofrecen cerveza y desde donde también te podés tirar por tirolesas y trapecios al agua. El paisaje es fantástico, si bien el río estaba muy tranquilo por la temporada de poca agua, fue delicioso dejarse deslizar por entre montañas empinadas, rodeados de una vegetación fabulosa y enmarcados por un cielo azul hipnotizante.
Vang Vieng es un pueblo super tranquilo, con calles de tierra que culminan en montañas. De todos modos, se caracteriza por estar repleto de bares con plataformas de madera donde acomodan mesitas ratonas rodeadas de colchones. Caminando por la calle principal encontrás estos sitios llenos de gente recostada, tomando algo o comiendo frente a televisores de 29 pulgadas, por horas y horas, los llamados “narcoturistas”. ¡¡¡Gracias a estos muchachos es que existen los lugares de foto recovery !!! (no los vimos en ningún otro lugar). En nuestro último día en V.V, nos fuimos caminando hasta una granja orgánica que queda en las afueras, a unos 4 km. Almorzamos riquísimo en este lugar conocido por su servicio comunitario para el que recibe a voluntarios de todas partes del mundo. Estaba en nuestros planes quedarnos una o dos semanas a trabajar con ellos en los cultivos orgánicos, pero no nos dieron los tiempos.
En una van muy cómoda, con un conductor un poco tocado, zigzagueamos alocadamente por curvas pronunciadas hasta llegar a la bien ponderada Luang Prabang. Colonial, combinando estilo y glamour, verde y tranquila, de renombrada cocina, con uno de los mejores mercados textiles que hemos visto en el viaje, nos cautivó desde un primer momento. Es una pequeña ciudad que entre sus calles estrechas, llenas de plantas y flores, encierra cientos de “Wat” (templos budistas) y arquitectura china muy pintoresca. Está rodeada por un río que forma una curva cerrada y tiene una costanera muy bonita con cultivos que descienden hasta la orilla en ambas márgenes.
La primera noche cenamos en el mercado y esta vez, fueron los Grassi los que nos encontraron a nosotros. Luang Prabang tiene un encanto especial y lo disfrutamos los 6 días que estuvimos allí con caminatas, paseos en bici, tomando licuados en algún cafecito y haciendo algo de shopping. Con nuestros amigos compartimos los desayunos en un puestito de la calle frente al río donde ofrecían baguettes tostadas, con manteca y dulce, y café Laoita (¡de los mejores!). Además contratamos un bote juntos para pasear por el Mekong, visitar una caverna y un par de aldeas donde fabricaban whisky “Lao Lao”, papel artesanal y tejidos en telar. La segunda excursión que hicimos juntos fue un día de picnic en el parque nacional, un lugar de lo más selvático con una catarata preciosa. Pasamos la tarde zambulliéndonos en los piletones turquesas que se iban formando a lo largo del río. Tiene un pequeño zoológico con osos negros y tigres. Fue como pasar un par de días en familia.
Para viajar a Nong Khiaw pagamos un poco más y reservamos dos asientos en el único micro cerrado que iba en el día (los otros son simplemente camionetas, no muy cómodas para atravesar caminos de tierra). Cuando llegamos, lo habían sobrevendido y el bus se fue sin nosotros. Después de un rato de pataleo, conseguimos que nos ubicaran con el conductor en la cabina de la camioneta. Nong Khiaw es un poblado de tierra en medio de las montañas dividido al medio por el ancho río Nam Ou. No hay mucho para hacer más que un par de caminatas y balconear en las cabañas de bambú contemplando la naturaleza exuberante. Descansamos un par de días y seguimos viaje a Muang Ngoi Neua, otro caserío aislado que vive del río y la selva, sin autos ni electricidad (en realidad gracias a un generador teníamos electricidad y ruido 3 horas por día). Nos instalamos en unas cabañas donde nos enteramos al día siguiente que teníamos como vecinos a los Grassi. Fue nuestro tercer encuentro con ellos en Laos. Los días en Neua fueron de absoluto relax y disfrute del entorno. Jugamos a las “petancas” que son como las bochas pero más chicas (heredadas de la época de colonia francesa y que juegan los locales en todos lados), nadamos en el río y reposamos en hamacas. Esa fue nuestra despedida de nuestros amigos franceses, dado que nosotros íbamos rumbo al norte de Tailandia y ellos hacia Vietnam.
Como queríamos hacer un trekking de dos días para convivir con tribus del norte de Laos viajamos a Luang Namtha. A la mañana siguiente, cuando fuimos a la oficina de turismo, nos encontramos con un grupo de 4 personas que salía en ese instante a una caminata por 3 días. Era la única opción del momento o debíamos esperar a que se formara otro grupo. Ni lerdos ni perezosos, empacamos nuestros bártulos en 10 minutos y salimos a la aventura con 2 guías, Mr Choi y su asistente Lin, dos holandeses, Chris y Annet, Cami de USA y Heidi la austriaca. El primer día caminamos cuesta arriba 12 km atravesando selva y plantaciones de caucho y arroz. Almorzamos al reparo de cañas de bambú inmensas cubiertas de follaje utilizando como mesa hojas de plátano sobre la hojarasca. Cada uno sacó la bolsa de sticky rice que llevaba en su mochila para acompañar sabrosos vegetales, carnes y salsas que los guías desplegaron sobre las hojas. Llegamos al atardecer a la primera aldea. Los “Namtalam Kmu” viven de la misma forma, con las mismas costumbres, desde que migraron del sur de China hace algunos siglos. Aislados en las montañas, sin electricidad ni agua corriente, asentados a la orilla del río, se autoabastecen de sus propios cultivos y animales, tienen un jefe que los guía, consultan a su chamán por problemas de salud y optan por el animismo como religión, creen que los espíritus de sus antepasados los observan y protegen. Tradicionalmente cultivaban el opio, pero hoy en día ha sido reemplazado poco a poco por otros cultivos a través de un programa especial del gobierno.
Nos ubicaron a todos juntos en una choza de madera, nos higienizamos en el río, cocinaron para nosotros y luego de la cena, el segundo jefe vino a convidarnos unos tragos de Lao Lao para conocernos y que podamos hacerle preguntas sobre la tribu. El primer jefe no sabemos en que estado estaba, pero el segundo estaba "dibujado" Concluimos que el programa del gobierno todavía no le había tocado. El segundo día caminamos 20km dentro de la selva, que en Laos es salvaje, densa, virgen y magnífica. Solo el 25% de las tierras del país están cultivadas y la mayoría de la producción es para China que la intercambia por el tendido de rutas (demás está decir que son para llevarse la materia prima más rápido). Llegamos a la segunda aldea habitada por los “Nam Khone Lantan”. Su forma de vida es muy similar a la de la tribu anterior aunque no son originarios de China y difieren en los rasgos. Es curioso ver cómo las aldeas están circundadas por una especie de corral encerrando tanto las chozas construidas sobre palotes como a todos los animales sueltos (chanchos, gallinas, patos, búfalos y perros). Las vestimentas son parecidas a las de las tribus de Sapa en el norte de Vietnam, de color índigo. Esa noche nos visitó el primer jefe y tuvimos una conversación muy interesante en la que respondió a todas nuestras inquietudes, así como nosotros a las suyas. Luego hicieron una fogata y nos dieron a degustar una bebida hecha de la fermentación del arroz que se toma desde una vasija de barro de 5kg (con 3kg de arroz adentro) y unas mangueritas largas. El tercer día regresamos en una caminata de unos 12km por una selva aún más húmeda. A la noche nos reunimos a cenar con Cami, Annet y Chris con los que seguimos viaje al día siguiente rumbo al norte de Tailandia.
Curiosidades:
1) El sticky rice es arroz pegado que se come arrancando pequeñas bolitas con las manos y se lo moja en la salsa de turno.
2) Acá se come mucho pato y también huevos de gallina, por lo tanto, como hay madres gallina sin pollitos y patitos sin madre, las gallinas empollan los huevos de pato y después los toman como hijos. ¡¡¡Tierno, pero triste!!!

5 Comments:

At 31 marzo, 2007 18:09, Anonymous Anónimo said...

Me encanta este blog. Lo descubrí de casualidad y como viajero que soy lo leo siempre que puedo. Sigan.
Saludos
Mato

 
At 04 abril, 2007 22:18, Anonymous Anónimo said...

pongan fotos!!!
Vero Bompa...

 
At 06 abril, 2007 01:56, Blogger Unknown said...

Encontré su blog luego de comprar la revista el Chochan mientras me comía unas facturas de mamuki (bien de gordo burgués lo mio)

Lo leí y me resultó muy agradable su crónica!

 
At 06 abril, 2007 02:17, Anonymous Anónimo said...

Continuo en mi campania de conseguir la foto del chorro!!!!

Fer.
(Perdon por la falta de tildes y enies, estoy en gringoland con un teclado ad-hoc...)

 
At 24 septiembre, 2007 19:12, Blogger Seminario de idiomas modernos. said...

Estaba buscando algo de informacion para un trabajo de antropologia y me encuentro vuestro blog. Que bonito haber tenido la suerte de compartir vuestra experiecia. Yo estuve por alli a fines de julio y pude realizar practicamente lo mismo. Hasta comparti a tin como guia. Si no os importa os voy a tomar un par de datos que olvide recoger en mi guia.
Que pena que no tengais fotos, yo tengo algunas maravillosas de esta zona.
Si alguien conoce una buena pagina para informarse uno sobre las tribus del norte de Laos, estaria muy agradecido.
Gracias por vuestra bonita narración.

 

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