jueves, febrero 22, 2007

Primeras fotos de Vietnam

Preparados, listos....YA!!
Cruzá si sos guapo Vietnamitas Pashmina nueva Diva del Mekong
Niños y bote canasta en Mui Né
Barquitos al atardecer
Charla de mujeres-cono
Convención de sombreritos
Entre conos
Dunas blancas de Mui Né
Sombras en las dunas...rojas, naranjas o amarillas?

martes, febrero 20, 2007

Qué bicho te picó?

Saigon es una ciudad inundada: ríos de motos corren por sus venas. Autos casi no se ven, pero sí suman las bicis y los minubuses. Como en toda la ciudad debe haber 3 o 4 semáforos, las corrientes de motos fluyen libremente en todas las direcciones. Para cruzar la calle, por ejemplo, tenés que serenarte y caminar despacio, si es posible levantando una mano para que te vean mejor y te esquiven, ¡porque jamás frenan! Tampoco salimos de nuestro asombro al ver a las vietnamitas por la calle escondidas detrás de barbijos enormes, con guantes largos hasta los hombros, sombrero y anteojos. En principio pensamos que era un método eficaz pero exagerado contra la polución, pero preguntando nos enteramos de que es una protección contra el sol para que no se les oscurezca la piel. ¡Una mujer bronceada no consigue marido facilmente! Del otro lado del mundo, las cosas son definitivamente al revéz. Además de esto, es una ciudad atractiva en otros aspectos con plazas, mercados, museos y mucha actividad callejera.
Desde allí, tomamos una excursión para recorrer el "Mekong Delta". Con una lancha colectivo nos llevaron por el canal principal y después, en botes más pequeños, recorrimos canales más estrechos. Hicimos algunas paradas: primero visitamos una granja productora de miel, donde nos comvidaron un té de miel y vino de arroz (una especie de grapa transparente que se bebe en vasos cortos), sitio donde algunos se dejaron abrazar por una pitón para la foto. Luego nos mostraron cómo hacer caramelos de coco en una fábrica tropical. Pero la parte más emocionante fue navegar en unas canoas finitas, remadas por mujeres que usaban gorritos vietnamitas, internándonos entre la vegetación densa que por momentos se cerraba sobre nosotros. Camuflados también con gorritos cónicos, pudimos vivenciar el Mekong ¡caracterizados y todo!
Mui Né fue el primer destino del boleto abierto en bus que compramos en Saigon para recorrer todo Vietnam, un pueblito de playa con un olor muy característico que se lo da una salsa de pescado local. Pequeño y repleto de Resorts, se recuesta sobre el mar del Sur de China. La playa es angosta, tiene palmeras a lo largo de toda su extensión, con un mar fresco pero gentil salpicado de botecitos pesqueros.
Hicimos 2 días de playa y caminatas por la arena deleitándonos a nuestro paso con los pescadores que utilizaban botes redondos individuales, en forma de canasta, y que con el remo imitaban los movimientos de un pez. Nos cruzamos también con varios niños vietnamitas que nos pedían fotos y posaban para verse luego en la pantalla chica y reirse como locos. El último día, nos alquilamos una moto para recorrer los alrededores. Nuestro comienzo fue en el mercado del pueblo, temprano a la mañana, uno de los más divertidos e insólitos que hemos visto hasta ahora. Desbordaba de mujeres con sombreritos cónicos que, ágiles y movedizas, formaban una marea sobre la que nuestras cabezas flotaban a la deriva: ¡una escena surrealista! Del mercado tomamos la ruta que bordea el mar verde para recorrer unos 30km hasta las "Dunas Blancas". Ya se aprecian desde el camino como grandes copos de crema que contrastan con el cielo azul y se recortan contra el lago delante. Con un ímpetu infantil, le alquilamos a un nene unos culi-patín con los que intentamos deslizarnos desde algunas lomas pero sin mucho éxito, había mucho viento y no se alcanzaba la velocidad deseada. De todas maneras, el escenario era deslumbrante y disfrutamos a pleno de ese exótico paraje. Luego de almorzar pescado en una playita solitaria, volvimos a tomar la ruta de mar para visitar el Cañon Colorado. Después de deambular un rato por los bellos cañadones rojizos, seguimos nuestro camino para llegar antes del atardecer a las Dunas Rojas, también conocidas como Dunas Amarillas, aunque a nosotros nos parecieron ¡naranjas! Lo cierto es que "Le couché du soleil", como se diría en francés, transforma el semi-desierto en una paleta cálida pintando las dunas de matices rojos y dorados que justifican cualquiera de sus nombres.
Lo "picante" de Mui Né fueron unas ronchitas rojas que nos aparecieron en todo el cuerpo y no nos dejaron dormir por varios días. Al principio pensamos que habíamos sido víctimas de una pulga asesina, pero pronto nos enteramos de que los responsables fueron unos bichitos minúsculos de la arena ¡que nos volvieron locos por semanas!
Curiosidades:
1) Cuando pedís comida en la calle te dan dos banquitos: uno del tamaño de los de jardín de infantes que sirve de mesa y otro más pequeño aun para sentarse. ¡Bárbaro para la artritis!
2) En Saigón, una ciudad de 6 millones de habitantes ¡¡¡hay 5 millones de motos!!! Es claro, las nuevas se consiguen por 300 U$ y las usadas por 100 U$!! A Ezeiza llegamos en moto.

viernes, febrero 16, 2007

Fotos de Camboya

Hoy comemos lechón !!
Hacé lugaaaaar Los rostros de Bayon
A ver este arbolito ?
Yo hecho raíces aca
Tentáculos
Agus y Bhuda
Angkor Wat
4 monjes y una turista
Te cargo Pepsi...super o común?
Bici-Paseador

jueves, febrero 08, 2007

Camboya

Existe un turbio comercio en torno a las visas para los países del Sudeste Asiático, tratan de convencerte de que en la frontera no vas a poder hacer el trámite o de que te van a cobrar más caro. Así los turistas pagan cualquier precio impuesto. Como nos habían comentado de la corrupción fronteriza, decidimos hacer todo por nuestra cuenta (que además era la opción más barata).
Salimos a la mañana temprano, sabiendo que nos esperaba todo un día de viaje. En el bus, que arrancó con una hora de demora, se sentó a nuestro lado un nene con la camiseta de Boca. Ese fue el pie para comenzar una conversación mezclando español y francés. Tenía 7 años y se llamaba Aurielien; viajaba con sus padres, Martine y Laurent, y su hermano de 10 años, Anthony. La familia Grassy de Toulouse estaba haciendo “Le tour du Monde”, viajando un año entero por el mundo, y Argentina había sido uno de sus destinos favoritos. Los chicos habían aprendido a hablar español durante los meses en América Central y del Sur y estaban contentos de poder practicarlo con nosotros y los padres, unos seres excepcionales, aventureros y corajudos que se animaron a cumplir su sueño en familia. Una demostración más de que los límites que hay que romper son los que uno se impone. Pegamos muy buena onda y compartimos algunos momentos en Siem Reap. Nos encantaría volver a cruzarlos en Vietnam, Laos o quizá, algun día en ¡Argentina!
Antes de llegar a la frontera, paramos a almorzar en un lugar de la ruta donde apareció una persona entregando formularios para la visa y diciendo que no se podía hacer en forma personal. Nos demoraron casi 3 horas tratando de intimidarnos para hacerla con ellos y fueron varios los que sucumbieron al engaño. Una vez en la frontera, los valientes hicimos el trámite (¡nos salía 10 dólares menos que con la mujer del restaurante pero 5 U$ más de lo que indicaba el cartel!). Algunos se resignaron y pagaron, pero nosotros junto a 2 canadienses nos mantuvimos firmes, tan firmes que logramos que nos cerraran la ventanilla y nos negaran la palabra. Les hicimos un piquete bloqueando ambos mostradores sin dejar que otros fueran atendidos hasta que nos dieran nuestras visas. Contraofertaron 20 U$ + 100 baths, pero como estábamos envalentonados, nos negamos rotundamente. Cuando vieron que se acercaba un nuevo contingente, aceptaron nuestros 20 y nos dieron las visas. ¡Esto demuestra que la corrupción existe porque hay gente que la permite! (¡¡¡Adjemian-Lorenzo presidente!!!).
El contraste entre Tailandia y Camboya es impresionante. Las rutas perfectamente asfaltadas del lado tailandés se convierten en caminos de tierra minados de pozos, donde 200 km se recorren en 7 horas. Atardecía. Mientras andábamos por la carretera polvorienta se levantaban nubes a nuestro paso y casi no se veía el camino. A medida que caía la noche, el horizonte fue cubriéndose de fuego. Llamas altísimas elevaban columnas de humo a lo Saer en su novela "Nubes" sumergiéndonos en una escena apocalíptica, sintiéndonos personajes del fin del mundo. Ingresábamos por una carretera fronteriza de Camboya, entre campos de arroz seco ardiendo en un extremo de lo absurdo... Las cosas después encuentran su explicación y se ubican nuevamente en los parámetros de la realidad: los campos se queman para limpiarlos y abonar la tierra para nuevos cultivos. Pero ese momento de alucinación previo al conocimiento, el sentirse en ese estado abismal con los sentidos confundidos: eso es viajar. Es como esa confusión matinal que se produce cuando nos despertamos, pero todavía soñamos.
Siem Reap está en permanente construcción, hoy sufre la llegada incesante de hoteles, dada su cercanía a los Templos de Angkor. Estos fueron alguna vez capital del Imperio Khmer y están rodeados de una muralla imponente que albergó cerca de un millón de personas en su tiempo de esplendor. Como sabíamos de su tamaño y veníamos de un día completo de viaje, decidimos descansar el primer día y dedicarnos a recorrer el pueblo. Los dos días siguientes fueron exclusivos de Angkor.
Se accede a esta monumental ciudad amurallada por 4 puertas colocadas en los puntos cardinales. Cada arco de piedra sostiene en su punto más alto 4 rostros mirando a estos puntos (reproducciones del templo Bayon, donde existen 37 torres con este mismo diseño). En Bayon nos pasamos horas recorriendo los laberintos internos, el bajo-relieve de las paredes exteriores que describen escenas cotidianas del ayer y las fabulosas cabezas-torre con 4 semblantes en meditación: con los ojos cerrados y una sonrisa suave, un tanto sarcástica tal vez, dibujada sutilmente entre labios gruesos de piedra. Es escalofriante darse cuenta de que uno está observado por cientos de rostros, algunos más altos que otros, más próximos o lejanos, pero moles de piedra al fin direccionando sus milenios a nuestra humilde presencia. Luego estuvimos en un templo más alto desde donde se observa mejor la selva circundante y atravesamos la llamada terraza de los elefantes, que es una explanada gigante con elefantes esculpidos en sus paredes.
El más deslumbrante de los templos para nuestro gusto fue Ta Prohm, tomado por la naturaleza. Aquí dejaron a la selva como la encontraron después de 500 años de abandono. Se puede apreciar cómo los árboles descomunales estrangulan los templos, trepándose a sus paredes, abordando techos, creciendo por encima de su historia, como si los templos y los árboles hubieran quedado paralizados en medio de una batalla sangrienta. Presenciar Ta Prohm fue una lección de vida: no importa cuán grande sea un imperio, cuán poderoso su rey, cuánto ego se haya involucrado en una obra; en el primer descuido, en cuanto el hombre mira para otro lado, la naturaleza vuelve a tomar posesión de su trono y a demostrarnos que somos accesorios de este mundo.
Angkor Wat es el templo más colosal, la estrella del lugar. Es el que aparece en todas las postales e inclusive en la bandera de Camboya. Es uno de los templos más grandes del mundo. Aún hoy en día reluce imponente. Todo su exterior está esculpido con representaciones de dioses y demonios, batallas y ceremonias. Una curiosidad de todos estos templos es que fueron construídos cuando la religión predominante era el hinduismo, pero luego fueron utilizados como templos budistas y conservan hasta hoy estatuas de Buddha a las que les llevan ofrendas.
Pasamos otro par de días en Phnom Penh, la capital de este país. Si bien tiene un centro enviciado de negocios, sucio y ruidoso, deslumbra por su orden y limpieza en la zona más turística. El primer día, paseamos y nos hicimos un masaje camboyano con ciegos (según dicen, más sensibles al tacto). El segundo día, visitamos el Palacio Real y algunas pagodas budistas. Conocimos también “Security Mision 21" (S21), una escuela convertida en centro de detención y tortura durante el proceso militar entre el 75 y el 79, tan escalofriante como lo ocurrido en nuestro país, con el agravante de que para realizar las torturas usaban a niños de entre 10 y 15 años que con el tiempo se volvieron cada vez más sanguinarios (del estilo de lo que se puede ver en la película "Diamantes de Sangre" pero en Africa)
Una de las rutas más desopilantes que transitamos hasta ahora (a la altura de las mejores de India) fue la de conexión entre Phnom Penh y la frontera con Vietnam. Vimos otra realidad de Camboya, la vida de pueblo. Entre estos puntos se traslada de todo y de todas las formas posibles. Por ejemplo, hay motos que colocan dos barras transversales en la parte de atrás del asiento y desde ahí cuelgan de las patas unas 20 gallinas vivas; sino sobre estas maderas acuestan chanchos pati-tiesos boca arriba. ¡Un espectaculo! La gente también se mueve de maneras particulares. La opción más elegida es una moto que remolca un trailer al que le cruzan maderas, imitando los asientos de un bote, y suben unas 15 personas. También hay combis que, cargadas al tope, viajan con gente y bártulos subidos al techo o colgados de atrás. Y para colmar esta ruta super transitada, se ven bandadas de chicos en uniforme que vuelven en bicicleta del colegio.
A diferencia de la entrada a Camboya, en la aduana el ingreso a Vietnam nos llevó 4 minutos.
Curiosidades:
1) Para las motos, la gasolina se consigue en los puestitos de bebida en la calle y se vende por litro en los envases de Pepsi, Coca, etc.
2) Cuando una mujer sube a un colectivo con un nene en brazos, no le ceden el asiento, sino que ella le cede la criatura a alguno de los pasajeros sentados.
3) La camiseta de Boca de Aurielien no es la primera que vemos en este viaje. Van varias (y algunas de la selección) pero las de River brillan por su ausencia.

Fotos de Khao Sok a Bangkok

Cañitas de bambú

Un tipo retorcido

Trípode natural

El Khao de lejos

Casita

Me agarró la vagancia

Colgueti

Techito por si llueve

Templos de Bangkok

martes, febrero 06, 2007

Khaolandia

Del Parque Nacional Khao Sok nos enteramos por un comentario al pasar de una sueca en un minibus. Khao Sok Rainforest es considerado un ecosistema de más de 160 millones de años, inclusive más antiguo que la selva del Amazonas y la de Africa Central. La vegetación es densa y casi no deja que la luz toque el suelo. Hay enredaderas que envuelven árboles por completo y lianas larguísimas que descienden a besar la tierra cubierta de hojas silenciosas que aún caídas conservan su humedad. Las cañas de bambú son de dimensiones extraordinarias: verdes, doradas y acebradas, combinando negro y verde o beidge y verde. Lo que más nos impactó fueron unos árboles gigantes que extienden sus raíces como tentáculos por encima de la superficie. Debido a su altura, la base del tronco se despliega como aletas, diseñando paredes en forma de trípode.
El primer día, caminamos por senderos intrincados atravesando la humedad palpable que flota en el aire y recorriendo saltos de agua por medio de la jungla. Caminamos 12 km parando a comer fruta y a bañarnos en los arroyos, hasta que llegamos a Tang Nam donde el río se estrecha entre dos paredes rocosas que se elevan colosales hacia el cielo. Al nadar por esa grieta entre la profundidad del río y la grandiosidad de la naturaleza nos reconocimos ínfimos.
Al otro día, elegimos un recorrido diferente que para nuestra sorpresa vestía un follaje aún más compacto y ensimismado. Atravesamos el río unas 6 veces hasta llegar a la catarata más importante del Parque. Al quedarnos en malla, descubrimos que teníamos unas babosas hinchadas succionando nuestras piernas: ¡SANGUIJUELAS! Y menos mal que no estábamos en la época lluviosa porque te atacan de a cientos. Es tanta la humedad de este lugar que estos bichos asquerosos ¡pueden sobrevivir ¡hasta fuera del agua!
Nos hospedamos en unas cabañas de madera elevadas sobre pilotes con un lindo deck al frente, ideal para observar el ecosistema que nos rodeaba. Tenían un baño muy particular, todo en piedra pero sin techo, permitiéndonos apreciar palmeras y plátanos desde el trono. El dueño de las cabañas era Tawee, un tailandés "khaosokita" de orejas prominentes y tez morena que hablaba inglés a lo Tai, entrecortando las palabras y repitiendo cada dos frases: “enjoy, enjoy!!”
A la mañana nos despertábamos con la selva que, misteriosa, bajo un manto de neblina lechosa, escondía la montaña. Con los ojos nublados, como los personajes del cuento "El Amor es Ciego" de Boris Vian, se agudizaban nuestros otros sentidos volviendo más vibrante el cantar de los pájaros, el sonar de las chicharras, los aullidos de los monos, el olor húmedo de la jungla... Y la vida se redujo a ese instante de tiempo suspendido y naturaleza expectante.
Desde el Parque encantado cruzamos la mitad de Tailandia para llegar a Bangkok con el objetivo de tramitar algunas visas y seguir viaje hacia los otros países del sudeste. Nos quedamos algunos días conociendo una ciudad inabarcable con miles de shopping centers, calles exclusivas para el extranjero y con europeos aprovechando desenfrenadamente la oferta de turismo sexual. De todos modos, pasando la frontera de lo obvio uno descubre barrios que todavía conservan su identidad, templos budistas por doquier y el sabor inconfundible de la comida tailandesa en cada esquina. Agotados después de 3 días intensos de ciudad, pero con nuestros pasaportes visados para Vietnam, salimos hacia Camboya.

Curiosidades:

1) Cuando pedís un "café con leche" te traen un café negro fuerte y separado, o a veces en el fondo de la taza, un chorro de leche condensada. Mmm!

2) Es común que los travestis en Tailandia trabajen en cualquier puesto, desde cargando bolsas en el puerto hasta atendiendo un negocio. No hay tanto prejuicio.

3) Las heridas te quedan sangrando un tiempo largo después de arrancarte a las sanguijuelas. Cuando nos dimos un baño, volvieron a sangrar y ¡parecíamos estigmados!

viernes, febrero 02, 2007

Fotos Malasia y Tailandia

Piso 41: Petronas

Las monumentales Petronas

Qué comemos?

No son monjas, son musulmanas malayas

El encanto de George Town

Playitas de Phuket

¡¡ Chips !!

Multa para Poncharelo

Ko Phi Phi Lee ... wow

Ko Phi Phi Don ... uhhhhhh

Qué les puedo contar...

Estressssss