domingo, octubre 29, 2006

Tibeteando

McLeod Ganj y Dharamsala conforman el centro de refugiados tibetanos más importante de la India, donde reside su lider espiritual, la reencarnación de Avalokitesvara: el Dalai Lama. Se ven monjes en túnicas bordeaux y cabezas ventiladas desparramando sonrisas por todo el poblado. El mercado de McLeod Ganj es de lo más atractivo, con una mezcla interesante entre lo hindú y lo tibetano, con comida y artesanías de todo tipo y color.
Nuestra sencilla hostería se hallaba en medio de un bosque de coníferas gigantes en la ladera de la montaña. Llegamos hasta allí siguiendo a Raju (un personaje que conocimos en el micro) y a nuestra intuición que nos dejó confiar en él. Raju resultó ser un amante del yoga y del trekking que pasaba sus horas junto a Ravinder, encargado de la hostería de al lado, quien deambulaba con su radio portátil en mano cantando el día entero. Ambos eran de lo más amigables. Cuando nos invitaron a cenar con ellos, nos enseñaron los secretos del "dhal rice" que consiste en cocinar cualquier tipo de lentejas (las hay de todos los colores y tamaños) con algunas especias y acompañarlas de arroz y chapatis, plato típico de la India, que posiblemente haya sido el único que sabían hacer porque lo prepararon las 3 veces que comimos con ellos.
Los días que pasamos en McLeod Ganj transcurrieron entre recorridas por el mercado, degustaciones de comidas tibetanas y caminatas por las montañas de los alrededores. En India la señalización es casi inexistente y a todos lados se llega preguntando. Por suerte, como son tantos, siempre hay a quién preguntarle, inclusive en medio del bosque. Un día yendo hacia el lago Dal (mismo nombre que el de Srinagar) y luego de intersecciones dudosas, llegamos a un poblado tibetano muy pequeño donde mujeres hacendosas, en plenas tareas domésticas, y hasta un monje rezando con su "om mani padme um" en mano, nos indicaron cómo seguir. Atravesamos la aldea bajando angostas escalinatas que zigzagueaban por entre las casas humildes y las cabras echadas al sol. Un pintoresco recorrido por la intimidad de una cultura ancestral.
"Tsuglagkhang" es el complejo tibetano más importante, que cuenta con un museo (donde se documenta con videos y fotos la trágica invasión china), templos con grandes imágenes de Buda, jardines, altares repletos de velas y espacios abiertos con tablas de madera para rezar. Sobre estas "camas" orientadas siempre hacia Buda, los creyentes se zambullen boca abajo hasta quedar completamente acostados y se incorporan de la misma manera en un ciclo interminable de rezo-veneración. Los visitantes a los templos entran por un costado, siempre descalzos, y saludan a Buda levantando las palmas juntas a la altura de la frente, luego la boca, el pecho, arrodillándose y finalmente apoyando la frente en el piso reiteradas veces. Nos hizo recordar a los rezos musulmanes de Kashmir. El detalle más poético del complejo tal vez sean las decenas de cilindros dorados con escrituras en sánscrito que rodean el templo principal. Los cilindros de un metro de alto, posicionados a la altura de la cintura, tienen mantras escritos por dentro que producen el mismo efecto que meditar. Repitiendo el mantra "om mani padme um" y haciéndolos girar uno por uno mientras se camina alrededor del templo en el sentido de las agujas del reloj, se produce la misma vibración que miles de rezos.
Curiosidades-comida:
1) Los choclos los comen a las brasas, prácticamente negros. Es casi como comer pochoclo que no explotó.
2) ¡¡¡ Hasta las papitas fritas de paquete vienen con chilli !!!
3) Cuando se atragantan se golpean el tope de la cabeza, y si hay alguien más que acuda a su ayuda, le sopla la coronilla (¡?)

viernes, octubre 20, 2006

Fotos Delhi-Kashmir

Trekking por los bosques del Himalaya

Nuestro refugio de montaña

Agua de Glaciar

Montañeros

Los laburantes del arroz en Cachemira

Dos soñadores

Mercado flotante de Srinagar

Nuestra casabote

Las shikaras o botes-taxi

Mundo acuático, Dal Lake

Red Fort en Delhi La mesquita más grande de India "Jama Masjid", Delhi

lunes, octubre 16, 2006

¡Con monos en la cabeza!

En nuestro último día en la houseboat nos levantamos al alba y en shikara salimos hacia un mercado de verduras y flores. Andar en bote por el lago a esa hora es casi fantasmal. Hay una luz tenue que ilumina Srinagar pálidamente y una niebla lechosa que se levanta de la superficie del agua. Se ven pocos botes transitando y el silencio solo se quiebra por el remar pausado de nuestro bote. Flotamos durante 25 minutos por una parte que no conocíamos de nuestro barrio acuático hasta llegar a un lugar en el que convergen decenas de botecitos para ofrecer sus mercaderías. Los comerciantes traen algún tipo de verdura que plantan en huertas orgánicas, en terrenos que elevan sobre el nivel del agua, cerca de las casas-bote. Y en ese lugar, cada mañana, se forma una maraña de botes desde los que negocian coliflor, berenjenas, nabos, zanahorias, papas y todo tipo de verduras de estas tierras. También están los botes que venden flores donde nos animamos a compramos algunas semillas para llevar a casa.
Después pasamos a buscar nuestras mochilas y nos llevaron al lugar desde donde salían los buses, que aunque Srinagar es una ciudad importante, no era una estación sino simplemente una calle donde estaban estacionados varios colectivos y gente gritando el nombre de distintos destinos. Nos dirigimos al que gritaba: ¡Jammu, Jammu, Jammu! Así empezó un viaje de unas supuestas 8 horas. El micro, para que se lo imaginen, es como los que se usaban en Argentina para escolares (de los naranjas, pero mucho más baqueteados). Los asientos son para tamaño-indio, por lo tanto, nuestras dimensiones sobrepasaban los niveles deseados. No nos quedó otra que sentarnos en los asientos de atrás de todo, como los quilomberos en el colegio, para poder estirar las piernas de vez en cuando; aunque lo que terminó sucediendo fue que para un bus de 40 asientos vendieron 60, así que había gente sentada en los pasillos y ¡¡sobre nuestros pies!! Durante el accidentado viaje que siguió, el bomdi pinchó 1 vez, tuvo dos problemas mecánicos en el motor, atravesó 1 corte de ruta y tres camiones volcados en distintos lugares, además de un par de controles militares. En el primero de ellos, nos hicieron un control exhaustivo de pasaportes en un cuartito aparte. Cuando volvimos a subir al micro, las 58 caras indias nos miraban con ojos expectantes. En inglés rudimentario uno de ellos nos preguntó: "What happened?" y al aclarar la situación, todos volvieron a mirar al frente aliviados. Aunque no nos entendíamos una palabra, nos empezamos a sentir parte del grupo.
Fue un viaje interminable, agotador, lentísimo e incómodo por una ruta atestada de camiones y con paradas sucesivas para comer o solucionar problemas. Para redondear la idea: tardamos 18 horas en recorrer solo 300 km. El dato feliz del viaje fue que conocimos a Dilkash, un chico indio muy simpático, a punto de terminar la secundaria, con anhelos de estudiar filosofía. En uno de los cortes de ruta nos regaló dos manzanas y entre charlas entrecortadas, nos fuimos haciendo amigos. Nos pidió nuestro tel (?) y finalmente nos invitó a quedarnos esa noche en su casa con su familia de apenas 6 integrantes (¡acá una familia de 6 es una familia chica!). Como nos parecía demasiado y no nos animamos a aceptar la invitación, nos acompañó hasta un hotel en los alrededores de la estación.
La terminal de omnibus de Jammu era como Retiro hace 20 años, pero con un atentado terrorista de por medio. ¡Un horror! Atravesar ese enjambre de colectivos viejos a las 11 de la noche para encontrar el Hotel Hollywood, siguiendo a este niño de 17 años que recién conocíamos, fue un tanto tenebroso. Pero por suerte, Dilkash tenía las mejores intenciones. Luego de registrarnos en el hotel, nos acompañó hasta un restaurante y nos despedimos afectuosamente. Resultó ser un bar donde la única mujer, al igual que en el colectivo, era la señorita de la pareja. Nos pedimos un pollo al curry con arroz (¡un clásico!) y dos "mountain dew" (¡todavía existen!) que después de un día entero de manzanas, bananas y galletitas necesitábamos desesperadamente. Sucios y hambrientos como estábamos, seguíamos atrayendo gente. No pasaron 5 min que se nos sentó a la mesa un pelado con bigotes muy largos, 2 o 3 dientes en el paladar superior (bombardeados a manies ininterrumpidamente) que se peinaba el cabello del costado por encima del "chakra superior". Su inglés era inentendible y conseguimos espantarlo hablando en español. Llegó el ansiado "chicken curry" y al mismo tiempo se nos sentó un nerd con anteojitos y super celular y un gordito borrachín de otra mesa que se llamaba Aaron. A partir de ese momento, comenzó una disputa por ver quién se hacía más amigo nuestro: ping-pong de preguntas y respuestas. El nerd en un momento, para que no habláramos con Aaron, llamó desde su celu a Goa y nos pasó la llamada (?). ¡Un disparate! Estábamos en un bar en Jammu, al norte de la India, hablando con un desconocido en Goa, al sur, preguntándole cómo estaba el clima. Cortamos como pudimos y seguimos charlando y comiendo hasta que empezaron a apagar las pocas luces que tenía el bar. El gordito también nos pidió nuestro teléfono y le escribimos en el celular un número un poco cambiado para no tenerlo llamándonos en cada una de sus borracheras nostálgicas. El mozo trajo la cuenta y Aaron no quiso de ninguna manera que pagáramos nuestra comida. Insistió tanto en invitarnos que finalmente lo dejamos. Salimos del bar y a las 3 cuadras nos alcanzó Calculín en moto. Nos invitó a quedarnos en el hotel que él tenía y como no aceptamos y no quería que nos fuéramos, nos pidió que habláramos con su novia por el celular porque ella ya no lo quería atender (por qué sería???) ¡Un looooooco!!!!!
Al día siguiente llegamos a Dalhousie, un poblado en la ladera de una montaña, entre bosques y vegetación selvática con vista de picos nevados y variedades de monos por doquier. Nos alojamos en una hostería antigua, toda en madera, con muchas ventanas y una vista espectacular. Las habitaciones eran gigantes, los baños amplios y con el mágico toque de un timbrecito, llegaban manjares a la puerta de nuestro cuarto. La doble vale sólo 5 dólares y se come por dos. ¡¡Esta es la India que vinimos a buscar!!! La única contra es que a la madrugada los que nos despiertan son los monos saltando en el techo (¡no es chiste!).
Cerramos nuestro último día en Dalhousie con un "chaicito" (el té indio que reemplaza el mate nuestro de cada día) disfrutando del atardecer en las montañas, desde la espléndida terraza de nuestro hotel Crags.
Curiosidades-ruta:
1) Todos los camiones atrás tienen un cartel que dice: "Blow horn". Una insitación abierta al bocinazo desenfrenado.
2) No importa la duración del viaje, en los buses siempre existe el "stop" para un té chai y algo de comer en una dhaba (bolichón al paso) de la ruta.
3) Los hombres hacen pis al costado de la ruta con las piernas abiertas, pero en cuclillas. Prolijo, ¡pero que complicaaaaado!

domingo, octubre 15, 2006

De Delhi a Kashmir

Pisamos suelo indio por primera vez en nuestras vidas. "Immigrations" ya fue un caos, tardamos 2 horas en salir del aeropuerto. Eran las 12 de la noche cuando nos tomamos un "pre-paid taxi" (as recommended) y en un ambassador de los 60' recorrimos media ciudad caótica. Los autos, los taxis, las motos, los tuc-tuc, los rickshaw son como murciélagos que se mueven atolondradamente: antes de la vista, usan el oido. Con la bocina, tocada con golpes cortos pero sistemáticos, muestran su posición, indican que van a pasar, miden distancias y en el último momento, cuando ya esperás el choque, dan la maniobra precisa que les permite continuar.
Al llegar a Main Bazaar, la calle de nuestro hotel reservado por internet, muy mencionada en la guía y recurrente en los mapas, nos dimos cuenta de que no era ni siquiera una calle, sino más bien un callejón zigzagueante de construcciones bajas, precarias, muy juntas y sin veredas, como descubriríamos luego en el resto de Delhi. Oloriento y sucio (verdaderamente sucio), con personajes sospechosos deambulando, vendiendo fritangas, algunos alrededor de pequeñas fogatas improvisadas, otros acariciando vacas, muchos con barbas y ojos curiosos, Main Bazaar nos miraba a través de la nube de polvo que levantábamos a nuestro paso. Para completar nuestro desconcierto, el Star Paradise no nos había reservado una habitación. Nos llevaron al New Star Paradise que quedaba aun más escondido dentro del callejón. El único cuarto disponible era un rectángulo con espacio solo para la cama y un respiradero con rejas que casi tocaba el techo, en un quinto piso por escalera. El baño era más deprimente que la celda. Nos recostamos sin sacarnos la ropa a pesar del calor y dormitamos tomados de la mano, concientes de un cambio de eje drástico, turbados por una gran incertidumbre.
Nuestra experiencia en Delhi fue fugaz, calurosa (37 grados), ruidosa y provocadora. Esa primera mañana de Octubre nos vimos tentados a abandonarla en cuanto averiguáramos cómo llegar a Haridwar en tren. La oficina de turismo que nos recomendaron terminó siendo una agencia privada de lo más persuasiva. Después de un rato de hablar con Shaffi, quien nos prometía vivir como Maharajas en una casa-bote de lujo en lo alto de los Himalayas, habíamos comprado pasajes en avión para Srinagar, Kashmir, que ni siquiera estaba en nuestros planes. El as en la manga de Shaffi fue una carta en español que sacó de una carpeta, firmada por Roberto Laguado, un querido amigo nuestro de Colombia que no teníamos idea que había estado en India y que no tiene idea que nosotros estamos acá. Hay 1100 millones de personas en este país y 13 viven en Delhi, la vida quiso que nos sentáramos frente a la misma persona que nuestro amigo colombiano y a manera de guiño nos mostró justo su carta de las 500 que tenía en español. El regalo por tener amigos en común fue un city-tour por Delhi con auto y chofer propios. Así conocimos la intrincada capital de la India. La casa-bote resultó ser un palacio flotante sobre el lago Dal al que se accedía por medio de una shikara (bote taxi). Hace poco más de 100 años, se empezaron a instalar aquí las distintas casas flotantes y se formaron barrios sobre el agua; y como a principios del siglo pasado, todo pasa por la puerta de tu barco: el bote almacén, el de las flores, el de las verduras, los alumnos que van al colegio, el lechero, el que vende pasto... y todo es colorido y tranquilo (curiosamente no hay ningún bote a motor). Salvo el último día, que vimos pasar unos botes piqueteros ¡con pancartas y autoparlantes! ¡¡¡Hasta acá llegan las protestas!!! Cachemira parece un país diferente. La mayoría es musulmana: se visten distinto, comen carne, hay más Mesquitas que templos Hindúes y las mujeres van cubiertas de negro casi por completo, a no ser por el enrejado de los ojos. Desde Srinagar hicimos un trekking de 4 días por los Himalayas, que era uno de los lugares que más queríamos conocer de la India. Recorrimos 72 km a pie con 1 guía, 2 mulas y 2 "muleros". Hicimos noche en una hostería de Aru, un caserío de 200 habitantes, y 2 noches en un refugio sobre una pradera en medio de las montañas. A Kashmir lo llaman: el paraíso en la tierra. Algo de razón tienen: montañas cubiertas de bosques hermosos, ríos de deshielo, paisajes otoñales inolvidables y glaciares en las cumbres (nostalgia de nuestro sur). Lo pasamos fantástico. Este comienzo en la cordillera y la paz de la houseboat nos alientan para comenzar un viaje diferente por la seductora y sobrepoblada India.
Curiosidad:
1) Los musulmanes rezan 5 veces por día y lo hacen ¡por altoparlante! La primera es a las 5 de la mañana y en Rhamadan (que es justo ahora) cada rezo dura como mínimo una hora. ¡Qué divertido!

domingo, octubre 01, 2006

Partida

Finalmenteeeeeeeeeee !!!!!!!!!!!!
Nos volamos en unas horas para Asia !!!!!!!
Reporte de Ezeiza: cielo despejado, 23º en pista, viento de cola y radares por ahora funcionando...
Esta es la concreción de un sueño y a través de "lujo asiático" lo vamos a compartir con ustedes. Un abrazo para todos. ¡Los vamos a extrañar!
Agus y Juan
PD: en breve fotos, relatos, recetas, camellos, elefantes, tigres y lo que el continente nos regale.