lunes, noviembre 20, 2006

Pueblos y templos

Viajando a Khajuraho en uno de esos super buses locales a los que ya estamos acostumbrados, nos cruzamos en la ruta con una interminable caravana de camellos. Como dos nenes en su primera visita al circo mirábamos maravillados a estas criaturas altí­simas, extrañas, cómicas, de ojos enormes y almendrados, con ese paso tan cool y shanti. Supusimos que vendrí­an de la feria de camellos masiva que se realiza para esta fecha en Pushkar, Rajasthan. ¡Un anticipo pintoresco de lo que vendrá en breve!
A Khajuraho llegamos con solo 5 horitas de atraso... Es un pueblo chico, pero con una afluencia turí­stica importante, lo que hace que los adolescentes lugareños te persigan como moscas para hacerse los amigos y finalmente llevarte a comprar a sus negocios o lograr algún dinerillo fácil. Como buscábamos tranquilidad, nos instalamos en un Ashram a 2 km del pueblo, desde donde nos movíamos en bici. El lugar era una finca con árboles de papaya y mango. El caserón blanco ofrecía amplios balcones y terrazas con vistas espléndidas al campo. Todas las mañanas Sharma, el Yogi que manejaba el lugar, se sentaba a charlar sobre filosofí­a con los huéspedes (que éramos cuatro). Disfrutamos mucho de las mañanas que pasamos allí­ entre diálogos amenos con este hombre sabio.
Los templos que hacen famoso a Khajuraho son realmente impresionantes, una obra de arte sublime desde el punto de vista estético y arquitectónico. Fueron construidos por la dinastí­a Chandela y tienen alrededor de 1000 años de antiguedad. Estan hechos en piedra color arena y esculpidos con escenas del Kamasutra. Cada milí­metro está trabajado con el más exquisito detalle y para apreciar el todo en su máximo esplendor, los 7 templos más importantes están unidos por senderos y rodeados de parques y flores muy bien cuidados.
Seguimos hacia Orchha, un pueblo incluso más pequeño que Khajuraho, pero con palacios y fuertes monumentales, dado que fue capital en el tiempo en que gobernaron los Bhundela. Durante nuestra estadí­a en Orchha, vimos cómo cientos de personas se instalaban alrededor del templo principal a vivir por unos días, esperando la apertura para algún festejo especial. Las mujeres daban vueltas por el exterior del templo abrazando las paredes con los brazos abiertos cada cinco pasos y tirándose al suelo boca abajo entre medio. La devoción que demuestran los hindúes por sus dioses es realmente poderosa y de formas variadas.
Para ir a Agra compramos los billetes de tren a último momento. Nos mandaron a segunda clase, que cuando vimos pasar el vagón nos quisimos morir. ¡Gravísimo error! Rejas en las ventanas sin vidrio y 10 cabezas asomándo por cada una de ellas. ¡El ramal Sarmiento en hora pico, le quedaba chico! Por suerte apareció un guarda y transamos para que nos ubicara al menos en la categorí­a inmediata superior, que de dí­a safa y por suerte va solo una persona por asiento...
En Agra nos hospedamos en un hotel desde cuya terraza se veí­a en primer plano el majestuoso Taj Mahal. Cualquier descripción que se haga de este inmaculado mausoleo es insuficiente. Te sorprende aun después de haberlo visto mil veces en fotografí­as. Construido enteramente en marmol blanco y 43 clases diferentes de piedras semi-preciosas, lo llaman el Monumento al Amor porque fue levantado por el Emperador Shah Jahan en memoria a su esposa fallecida al dar a luz a su 14° hijo (se ve que este se inspiraba en Khajuraho). ¡Inolvidable!
Curiosidad: "El arte del regateo"
Venimos desarrollando una técnica del regateo de lo más efectiva, porque acá nada vale lo que te dicen y esperan que les pelees siempre. Jugamos ["al bueno y el malo". Los grandes artistas en escena se muestran uno levemente interesado en una compra y el otro oponiéndose rotundamente. Así conseguimos que el vendedor, luego de un rato de teatro, nos baje el precio hasta por lo menos la mitad, donde el "malo" acepta refunfuneando, para en la esquina juntos saltar en una pata por la victoria.

Fotos de Rishikesh a Varanasi

Rishikesh: Ciudad mundial del Yoga

Puente de Rishikesh

A orillas del Ganges

Masajes salvajes

Ceremonia de "Aarti" en Haridwar

Ghats de Varanasi

Ritual de purificación en el Ganges de Varanasi

Respiratorios y rezos

Ganesh, Hanuman y Juan Pablo

domingo, noviembre 19, 2006

Ciudades Sagradas del Ganges

Rishikesh, conocida como la capital mundial del Yoga, consta de un centro abarrotado de negocios y rickshaws (en pro del bocinazo) del que todo el mundo huye para alojarse en lo alto de la montaña, entre Swarg Ashram y Lhaxman Jhula. Ambos centros están más orientados al turismo y se despliegan alrededor del Ganges que fluye caudaloso y limpio en tonos verdes (recordemos que estamos cerca del comienzo). Son dos los puentes colgantes que unen las costas. Angostos, pensados solo para personas, se ven transitar también motos, vacas y monos. La vegetación es exhuberante, tropical, y la "Ganga" como la llaman acá, está bordeada de ghats, escalinatas que tocan el agua para los momentos de baño sagrado y ofrendas. El contraste entre el río cristalino, las playas de arenas plata, las montañas selváticas y el cielo azul radiante hacen de Rishikesh un oasis místico.
Todo visitante se compra algo de ropa suelta, prueba alguna clase de meditación o yoga, escucha algún concierto de "tabla & sitar" y se detiene a participar de los cánticos y ofrendas de flores al atardecer. Entusiastas de la buena música, al enterarnos de uno de estos conciertos corrimos ávidos a su encuentro. Fue sencillamente sublime, sutil, mágico... Por una hora y media flotamos con el arte de estos dos maestros. Engolosinados fuimos a otro concierto al día siguiente, y nos bajaron de un hondazo. No solo los músicos pifiaban la cuerda sino que además agregaron una bailarina de danza hindú que sufría serios problemas de equilibrio. Huimos a la mitad del "espectáculo."
Pasamos 6 días espléndidos entre alguna que otra clase de yoga, caminatas por los alrededores, cenas divertidas con los irlandeses y paseos por el mercado, donde hicimos pequeñas inversiones en nuestra estética. También asistimos a una charla sobre "Healing strategies with Yoga" donde se habló de cómo el yoga junto a otras variantes pueden sanarnos. El vehemente Yogi que daba la clase trató durante 3 horas de convencer a la multitud de que beber la propia orina (o la de algún amigo gamba) era altamente nutritivo y combatía cualquier tipo de enfermedad. ¡El enfermo sos vos! ¡¡¡Asqueroso!!!
Para esperar nuestro tren a Varanasi pasamos un día en Haridwar, que también es una ciudad sagrada bañada por el Ganges, pero más populosa. Dejamos las mochilas en la estación y subimos en teleférico al templo de Mansa Devi. Luego de sacarnos los zapatos, hicimos una fila apretada por pasillos angostos, estilo laberinto, hasta llegar empujados por una multitud a una estatua dorada, donde le alcanzamos como pudimos la bolsita de ofrendas al hombre encargado. El "holy priest" las desgarraba, separaba el arroz por un lado, las flores por otro, el incienso y el coco en un tercer recipiente y adios a la Diosa de los Deseos que quedó en dos segundos atrás, entre la masa de gente con marcas en la frente. Al atardecer, presenciamos la ceremonia de Aarti donde cientos de personas sentadas en los ghats esperaban la caída del sol para cantar, encender velas y arrojar flores al río.
Varanasi es la ciudad sagrada por excelencia. Recibe gente de todas partes del país y del mundo que se acerca a venerar al Ganges. El río a esta altura es de un marrón riachuelo inmundo, sin embargo, los hindúes llegan a purificarse con el baño, a realizar ofrendas y a quemar a sus muertos. También están los que lavan la ropa, la vajilla o sus vacas, lo que demuestra cómo la vida entera se relaciona con el río. Por un lado Varanasi es una ciudad de lo más nerviosa, super-poblada, sucia; pero por otro lado, está la Varanasi de los ghats, de las callejuelas ocultas, de los pasadizos angostos e irregulares cargados de misticismo, donde uno se cruza con gente acarreando en andas a sus difuntos. Es impresionante verlos llegar hasta la orilla, colocar el cuerpo sobre una pila de madera y prenderlo fuego. Hay gente dedicada a conservar el fuego sagrado siempre encendido, que se compra al igual que la madera. Las mujeres actualmente no participan de la cremación porque solían arrojarse a la fogata para morir con sus maridos. Ahora no hay llantos ni gritos, solo silencio y fuego. Esta es la forma de purificarse y mejorar el karma para la próxima vida en la tierra. Este ritual lo hacen todas las castas: los ricos se pagan su madera y los servicios de los cremadores, mientras que los pobres reciben cierta ayuda, parte proviene de las joyas que no se derriten en el fuego de los adinerados.
Pero no todos necesitan ser cremados. Las mujeres embarazadas, los niños, los leprosos, los enfermos de varicela, los bhramanes, las vacas y los mordidos por una serpiente (la víbora es símbolo sagrado por rodear el cuello de Shiva y representar la kundalini, energía que despierta lleva al samadhi o iluminación) son arrojados directamente al río cuando mueren porque en su condición, ya se los considera puros. Se les ata una piedra al tobillo y se los arroja a las aguas. Lo de la piedra a veces puede fallar... y a flotar!
Curiosidades:
1) Las mujeres se bañan en el río con saris y luego se cambian por otro seco haciendo malabares , sin mostrar nada, ¡aunque a veces a más de una algo se le escapa!
2) Los hombres se bañan directo en calzoncillos.
3) Toda la ropa la lavan en el río sucio, al puro golpe, y la secan en las escalinatas todavía más sucias. Limpia, no sabemos, pero pura...
4) El color funerario es el blanco.

Cumple DeAgus y DeWali

El cumple comenzó en una dhaba perdida en medio de la ruta a Manali, donde nos pedimos un chai para matar el frío y dos chapatis recién horneados en el tandoori. Eran las 2 de la mañana cuando el hombre de los panes apareció con una fuente de masa enorme, como para un batallón. Mientras cambiaban la rueda del bus y el chofer terminaba de cenar, el panadero hindú colmó la atención de los pocos presentes haciendo un gran despliegue de su arte. Rodeando el tandoori con bollos enharinados y cantidades industriales de panes humeantes, inspirado tal vez por una tele de fondo que hacía sonar un enérgico musical indio, el tipo cumplía su tarea heroica sin interrupción. Cuando nos acercamos tímidos a comprarle un par, tentados por el aroma, pero también como para justificar tanto esfuerzo a esas horas quietas de la noche, nos relojeó de costado, nos regaló un par de panes y se llevó todo su circo adentro…
Llegamos a Manali a las 6 am y nos alojamos en “Vashisht”, ubicado en la ladera de la montaña frente a Old Manali, en una cabaña de piedra y madera preciosa con un ventanal de 4 metros que enmarcaba el río, los bosques y los picos nevados más bellos de la zona.
Para comenzar temprano con los festejos de ese día cumpleañero, nos buscamos un cafecito con terraza a pleno sol y nos dimos un banquete que profundizó las sonrisas en nuestros semblantes. Desde Rainbow Café veíamos las aguas termales públicas donde se bañaban algunos hombres en calzoncillos o con chiripás muy graciosos. Un poco más allá, las mujeres lavaban la ropa y grandes telas rojas y naranjas que flameaban al viento. Al lado, había un templo de madera con piletas termales privadas. y rodeádolo, los techos de las casas cubiertos de choclos expuestos al sol.
Nuestra cálida cabaña formaba parte de la casa de Sanju Baba, uno de los personajes más especiales que conocimos en el viaje. Sanju era un hindú de barba larga, una tikka naranja en el entrecejo y una sonrisa auténtica que revelaba reencarnaciones bien vividas. Desde el primer cruce de miradas nos recibió con los brazos abiertos y al enterarse del cumpleaños nos felicitó a ambos con grandes reverencias. Resultó ser que el 21 de Octubre en la India se festeja una de las fechas más importantes para los hindúes: el retorno del Dios Rama a su casa, después de 14 años de exilio. Es la “Fiesta de Dewali”, la Diosa de la fortuna, entre las más alegres de toda India. Los rituales más populares consisten en encender pequeñas lámparas de aceite dentro y fuera de las casas para mostrarle el camino a Rama, regalar dulces a la gente querida, lanzar fuegos artificiales y pintar mandalas y flores de arroz con tizas de colores en las entradas de las casas. Además, decoran todo con flores naranjas y guirnaldas multicolores ¡desde los autos hasta las vacas!
Los preparativos para los festejos de la noche transformaron el mercado de Manali en un laberinto entusiasta. Penetramos sigilosamente en un mundo totalmente ajeno, de colores brillantes, olores diferentes, montañas de fuegos artificiales, dulces empalagosos y guirnaldas al por mayor. La euforia de las masas atolondradas e impacientes era hasta contagiosa y fuimos parte de una multitud festiva que por senderos de fantasía buscaba la mejor manera de halagar a los suyos y a sus dioses.
Compramos algunos dulces y petardos para festejar junto a Sanju y su familia esa noche en el templo. Pero no éramos los únicos invitados, los chicos que se hospedaban en la otra cabaña, Sandra y Damien de Irlanda, también nos acompañaron. El templo tenía un patio interno con galerías alrededor. Para ingresar, como a todo templo en esta parte del mundo, había que sacarse los zapatos y caminar descalzos por los pisos helados de piedra. A cierta hora, empezaron a tocar campanas y a rezar frente a un altar, mientras se escuchaban en eco las otras campanas del pueblo. Se tiraron petardos, se repartieron dulces y nos invitaron a sentarnos alrededor de un fuego bajo una de las galerías, junto a cuatro personajes con turbantes. El hombre de mayor jerarquía, un gurú alto, raquítico, de turbante naranja y rastas en rodete, era quien repartía los dulces que habíamos llevado y nosotros, respetuosos de la ceremonia, masticábamos esas bolas de colores fosforescentes sin chistar. Como a Sandra le daban arcadas, se hacía la que los comía y se guardaba los cachos de masa en el bolsillo. Cuando nos dimos cuenta, la familia de Baba se había retirado pero nosotros, atrapados en ese misticismo hindú desconocido y seguramente irrepetible, optamos por quedarnos un rato más. Hasta que en un momento, otro de turbante nos habla en castellano. Ante nuestra expresión de desconcierto, nos aclara que era ¡argentino!. Aprovechamos para indagar un poco sobre el ritual, mientras Sandra y Damien nos miraban atónitos pensando que hablábamos algún dialecto indio. A los pocos minutos, nos dimos cuenta de que eran una manga de vagos fumados que se hacían pasar por “místicos”, lo que confirmamos al retirarnos del círculo, cuando nos exigieron dejar plata a manera de ofrenda por los dulces recibidos (¡los que nosotros habíamos llevado!).
Cuando regresamos a la casa de Baba, toda la familia se puso de pie para dejarnos sentar a nosotros (las sillas no abundan en las casas indias), nos convidaron chai y nos sirvieron un plato enorme de comida variada. Mientras degustábamos los placeres ofrecidos, sentaditos en hilera (porque el único asiento de la casa era una banqueta baja y larga) sentíamos a toda la familia de Sanju y amigos observándonos atentamente. Dewali es una fiesta del estilo de nuestra Navidad, familiar e íntima, y nos resultaba un poco embarazoso estar invadiendo ese momento de ellos. Aparte, esa costumbre rara de hacernos comer primero y solos, de darnos lo mejor que tienen conociéndonos tan poco, nos hacía sentir incómodos. En complicidad con los irlandeses y comunicándonos a través de susurros, decidimos comer rápido y levantarnos en tropel agradeciendo cariñosamente las atenciones.
Como la noche todavía estaba en pañales y la algarabía era general, nos fuimos los cuatro al Rainbow Café a tomar algo. Los dueños nepaleses estaban borrachos y felices, bailaban en la terraza descontrolados y ofrecían lo que tenían gratis. Les pedimos algo de tomar y nos trajeron gaseosas y dos recipiente gigantes de arroz con leche (¿¡). De nuevo tuvimos que comer un poco para no ofenderlos. Sandra, a punto de vomitar, ya detestaba tanta generosidad. Nos divertimos muchísimo esa noche con ellos, absolutos cómplices de situaciones tan bizarras. Lo que colmó la carcajada general fue descubrir adentro del bar, a través de la ventana, a los hombres de turbante fumándose grandes “pipas de la paz”.

miércoles, noviembre 01, 2006

Fotos Dalhousie - McLeod Ganj

Hostería de McLeod Ganj

Duendes del bosque

Om Mani Padme Um

Agus y sus amigas